Una pareja, mil novecientos invitados y dos mil millones de televidentes (sin contar internautas). El príncipe William y Kate (ahora Catherine, duquesa de Cambridge) se casaron en una boda real tradicional en medio de una atmósfera del siglo XXI.
Una atmósfera que permitió romper un poco la rígida etiqueta, como en el momento en que, respondiendo a lo que gritaba el público, William le dio no uno sino dos besos a su nueva esposa cuando salieron a saludar desde el balcón del palacio de Buckingham.
La boda se celebró en la abadía de Westminster, escenario de todos los grandes acontecimientos reales británicos desde 1066. Pero este acontecimiento tiene el inconfundible sabor de la globalización: millones más siguieron la boda por internet y publicaron sus comentarios, fotos, videos y vínculos en redes sociales y sitios como YouTube
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